30 dic 2010

SANTA MARIA MADRE DE DIOS ( 1 DE ENERO)


La Iglesia Católica quiere comenzar el año pidiendo la protección de la Santísima Virgen María. La fiesta mariana más antigua que se conoce en Occidente es la de "María Madre de Dios". Ya en las Catacumbas o antiquísimos subterráneos que están cavados debajo de la ciudad de Roma y donde se reunían los primeros cristianos para celebrar la Misa, en tiempos de las persecuciones, hay pinturas con este nombre: "María, Madre de Dios".

Si nosotros hubiéramos podido formar a nuestra madre, ¿qué cualidades no le habríamos dado? Pues Cristo, que es Dios, sí formó a su propia madre. Y ya podemos imaginar que la dotó de las mejores cualidades que una criatura humana puede tener.

Pero, ¿es que Dios ha tenido principio? No. Dios nunca tuvo principio, y la Virgen no formó a Dios. Pero Ella es Madre de uno que es Dios, y por eso es Madre de Dios.

Y qué hermoso repetir lo que decía San Estanislao: "La Madre de Dios es también madre mía". Quien nos dio a su Madre santísima como madre nuestra, en la cruz al decir al discípulo que nos representaba a nosotros: "He ahí a tu madre", ¿será capaz de negarnos algún favor si se lo pedimos en nombre de la Madre Santísima?

Al saber que nuestra Madre Celestial es también Madre de Dios, sentimos brotar en nuestro corazón una gran confianza hacia Ella.

Cuando en el año 431 el hereje Nestorio se atrevió a decir que María no era Madre de Dios, se reunieron los 200 obispos del mundo en Éfeso (la ciudad donde la Santísima Virgen pasó sus últimos años) e iluminados por el Espíritu Santo declararon: "La Virgen María sí es Madre de Dios porque su Hijo, Cristo, es Dios". Y acompañados por todo el gentío de la ciudad que los rodeaba portando antorchas encendidas, hicieron una gran procesión cantando: "Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén".

El título "Madre de Dios" es el principal y el más importante de la Virgen María, y de él dependen todos los demás títulos y cualidades y privilegios que Ella tiene.

Los santos muy antiguos dicen que en Oriente y Occidente, el nombre más generalizado con el que los cristianos llamaban a la Virgen era el de "María, Madre de Dios".


La Solemnidad de Santa María Madre de Dios es la primer Fiesta Mariana que apareció en la Iglesia Occidental, su celebración se comenzó a dar en Roma hacia el siglo VI, probablemente junto con la dedicación –el 1º de enero– del templo “Santa María Antigua” en el Foro Romano, una de las primeras iglesias marianas de Roma.

La antigüedad de la celebración mariana se constata en las pinturas con el nombre de “María, Madre de Dios” (Theotókos) que han sido encontradas en las Catacumbas o antiquísimos subterráneos que están cavados debajo de la ciudad de Roma, donde se reunían los primeros cristianos para celebrar la Misa en tiempos de las persecuciones.

Más adelante, el rito romano celebraba el 1º de enero la octava de Navidad, conmemorando la circuncisión del Niño Jesús. Tras desaparecer la antigua fiesta mariana, en 1931, el Papa Pío XI, con ocasión del XV centenario del concilio de Éfeso (431), instituyó la Fiesta Mariana para el 11 de octubre, en recuerdo de este Concilio, en el que se proclamó solemnemente a Santa María como verdadera Madre de Cristo, que es verdadero Hijo de Dios; pero en la última reforma del calendario –luego del Concilio Vaticano II– se trasladó la fiesta al 1 de enero, con la máxima categoría litúrgica, de solemnidad, y con título de Santa María, Madre de Dios.

De esta manera, esta Fiesta Mariana encuentra un marco litúrgico más adecuado en el tiempo de la Navidad del Señor; y al mismo tiempo, todos los católicos empezamos el año pidiendo la protección de la Santísima Virgen María.

El Concilio de Éfeso

En el año de 431, el hereje Nestorio se atrevió a decir que María no era Madre de Dios, afirmando: “¿Entonces Dios tiene una madre? Pues entonces no condenemos la mitología griega, que les atribuye una madre a los dioses”. Ante ello, se reunieron los 200 obispos del mundo en Éfeso –la ciudad donde la Santísima Virgen pasó sus últimos años– e iluminados por el Espíritu Santo declararon: “La Virgen María sí es Madre de Dios porque su Hijo, Cristo, es Dios”. Y acompañados por todo el gentío de la ciudad que los rodeaba portando antorchas encendidas, hicieron una gran procesión cantando: "Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén".

Asimismo, San Cirilo de Alejandría resaltó: “Se dirá: ¿la Virgen es madre de la divinidad? A eso respondemos: el Verbo viviente, subsistente, fue engendrado por la misma substancia de Dios Padre, existe desde toda la eternidad... Pero en el tiempo él se hizo carne, por eso se puede decir que nació de mujer”.

Madre del Niño Dios

“He aquí la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra”

Es desde ese fiat, hágase que Santa María respondió firme y amorosamente al Plan de Dios; gracias a su entrega generosa Dios mismo se pudo encarnar para traernos la Reconciliación, que nos libra de las heridas del pecado.

La doncella de Nazareth, la llena de gracia, al asumir en su vientre al Niño Jesús, la Segunda Persona de la Trinidad, se convierte en la Madre de Dios, dando todo de sí para su Hijo; vemos pues que todo en ella apunta a su Hijo Jesús.

Es por ello, que María es modelo para todo cristiano que busca día a día alcanzar su santificación. En nuestra Madre Santa María encontramos la guía segura que nos introduce en la vida del Señor Jesús, ayudándonos a conformarnos con Él y poder decir como el Apóstol “vivo yo más no yo, es Cristo quien vive en mí”.


«Salve, Señora, santa Reina, santa Madre de Dios, María, que eres Virgen hecha Iglesia y elegida por el santísimo Padre del cielo, a la cual consagró Él con su santísimo amado Hijo y el Espíritu Santo Paráclito, en la cual estuvo y está toda la plenitud de la gracia y todo bien» (San Francisco, Saludo a la B.V. María).

«Santa Virgen María, no ha nacido en el mundo ninguna semejante a ti entre las mujeres, hija y esclava del altísimo y sumo Rey, el Padre celestial, Madre de nuestro santísimo Señor Jesucristo, esposa del Espíritu Santo: ruega por nosotros... ante tu santísimo amado Hijo, Señor y maestro» (San Francisco, Antífona del Oficio de la Pasión).

«Francisco rodeaba de amor indecible a la Madre de Jesús, por haber hecho hermano nuestro al Señor de la majestad. Le tributaba peculiares alabanzas, le multiplicaba oraciones, le ofrecía afectos, tantos y tales como no puede expresar lengua humana» (2 Cel 198). «Francisco amaba con indecible afecto a la Madre del Señor Jesús, por ser ella la que ha convertido en hermano nuestro al Señor de la majestad y por haber nosotros alcanzado misericordia mediante ella. Después de Cristo, depositaba principalmente en la misma su confianza; por eso la constituyó abogada suya y de todos sus hermanos» (LM 9,3).

«El misterio de la maternidad divina eleva a María sobre todas las demás criaturas y la coloca en una relación vital única con la santísima Trinidad. María lo recibió todo de Dios. Francisco lo comprende muy claramente. Jamás brota de sus labios una alabanza de María que no sea al mismo tiempo alabanza de Dios, uno y trino, que la escogió con preferencia a toda otra criatura y la colmó de gracia». «Puesto que la encarnación del Hijo de Dios constituía el fundamento de toda la vida espiritual de Francisco, y a lo largo de su vida se esforzó con toda diligencia en seguir en todo las huellas del Verbo encarnado, debía mostrar un amor agradecido a la mujer que no sólo nos trajo a Dios en forma humana, sino que hizo "hermano nuestro al Señor de la majestad"» (K. Esser).

«El intenso amor a Cristo-Hombre, tal como lo practicó San Francisco y como lo dejó en herencia a su Orden, no podía dejar de alcanzar a María Santísima. Las razones del corazón católico y de la caballerosidad de San Francisco lo llevaban al amor encendido de la Madre de Dios... San Francisco cultivó con esmero y con toda su intensidad el servicio a la Virgen Santísima dentro de los moldes caballerescos y condicionado a su concepto y a su práctica de la pobreza. Nada más conmovedor y delicado en la vida de este santo que la fuerte y al mismo tiempo dulce y suave devoción a la Madre de Dios» (C. Koser).

26 dic 2010

LA NATIVIDAD DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO ( 25 DE DICIEMBRE)


Cuando se hubieron cumplido los acontecimientos que debían preceder al advenimiento del Mesías, de acuerdo con los vaticinios de los antiguos profetas, Jesús llamado el Cristo, Hijo de Dios eterno, se encarnó en el seno de la Virgen María y, hecho hombre, nació de ella para la redención de la humanidad. Desde la caída de nuestros primeros padres, la sabía y misericordiosa providencia de Dios había dispuesto gradualmente todas las cosas para la realización de sus promesas y el cumplimiento del más grande de sus misterios: la encarnación de su divino Hijo.

Por aquel entonces, el emperador Augusto había emitido un decreto para llevar a cabo un censo en el cual todas las personas debían registrarse en un lugar determinado, de acuerdo con sus respectivas provincias, ciudades y familias. El mencionado decreto fue la ocasión para que se manifestara al mundo entero que Jesucristo era descendiente de la casa de David y de la tribu de Judá, puesto que a todos los miembros de aquella familia se les ordenó registrarse en Belén, pequeña ciudad de la tribu de Judá, cerca de diez kilómetros al sur de Jerusalén, donde estuvo la casa de David. Hasta Belén habían llegado José y María, procedentes de Nazaret, población galilea situada a noventa kilómetros al norte de Jerusalén. Siglos antes, el profeta Miqueas había vaticinado que Belén-Efrata (es decir casa del pan, la abundante), quedaría ennoblecido por el nacimiento del "regidor de Israel" o sea Cristo. Por lo tanto, María y su esposo José, en acatamiento a las órdenes del emperador para los registros del censo, hicieron la larga jornada. Al llegar a Belén, encontraron que las posadas y hospederías estaban colmadas y no era posible encontrar hospedaje. Llenos de inquietud al cabo de buscar en vano durante largo tiempo se refugiaron en una cueva de las colinas a cuyo pie se encuentra la ciudad de Belén, y que se utilizaba como establo para guarecer al ganado. La tradición universalmente admitida afirma que en la cueva se hallaban un asno y un buey*.

En aquel lugar, llegada la hora del parto, la Virgen María trajo al mundo a su divino Hijo, lo envolvió en lienzos y lo recostó en la paja del pesebre**. Dios dispuso que Su Hijo, no obstante haber llegado al mundo en la oscuridad de la pobreza, fuese inmediatamente reconocido por los hombres y recibiese los primeros homenajes de su devoción; pero esos fueron los humildes pastores, puesto que los grandes de la tierra, los más sabios entre los judíos y los gentiles, los ancianos y los príncipes, los que parecían estar encima del nivel común de la humanidad, fueron pasados por alto. Sólo algunos pastores que en aquellos momentos vigilaban los rebaños junto a las majadas, tuvieron el privilegio de ver a un ángel que se les apareció rodeado por una luz resplandeciente. En el primer momento, los pastores se sintieron sobrecogidos por el temor, pero entonces, el ángel les habló: "¡No temáis!" les dijo. "Son buenas las nuevas que os traigo y serán motivo de gran júbilo para todas las gentes. Porque en este día os ha nacido un Salvador, que es Cristo, el Señor, en la ciudad de David. Estas son las señas que os doy: encontraréis al recién nacido envuelto en lienzos y recostado en un pesebre". Junto con el ángel, aparecieron en el cielo multitudes de espíritus celestiales que alababan a Dios y decían: "¡Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad!". Los pastores, asombrados, se dijeron entre sí: "Vayamos a Belén y veamos ese suceso prodigioso que acaba de suceder y que el Señor nos ha manifestado". Se fueron pues, a toda prisa; y hallaron a María, a José y al Niño reclinado en un pesebre. "Y al verle, se convencieron de cuanto se les había dicho de aquel Niño. Y todos los que supieron el suceso se maravillaron igualmente de lo que contaban los pastores (pero María guardaba todas estas cosas dentro de sí, ponderándolas en su corazón)". Los pastores rindieron homenaje al Mesías como al rey espiritual de los hombres y regresaron a sus rebaños, no cesando de alabar y glorificar a Dios.

El mensaje del ángel a aquellos pastores, iba dirigido a nosotros, a "todas las gentes". Por aquellas palabras, se nos invita a adorar a nuestro recién nacido Salvador y sería necesario que nuestros corazones fuesen impenetrables a todas las cosas del espíritu, si no se colmasen de regocijo al considerar la divina bondad y la misericordia infinita que se manifiestan en la Encarnación y el advenimiento del Mesías prometido. Ya la idea y la previsión de este misterio consolaron a Adán cuando fue expulsado del Paraíso; la promesa del advenimiento endulzó la amarga peregrinación de Abraham; alentó a Jacob para no tener a ningún adversario y a Moisés para hacer frente a todos los peligros y vencer todas las dificultades, cuando libró a los israelitas de la esclavitud en Egipto. Todos los profetas vieron al Mesías en espíritu, lo mismo que Abraham, y todos se regocijaron. Si ya la esperanza dio tanta alegría a los patriarcas, ¡cuánta mayor felicidad debería darnos su realización! "La carta de un amigo", dice San Pedro Crisólogo, "es reconfortante, pero lo es mucho más su presencia; un pagaré es útil, pero su pago lo es en mayor grado; las flores son bellas, pero las supera la hermosura de su fruto. Los antiguos padres recibieron las amistosas misivas de Dios, nosotros gozamos de su presencia; ellos tuvieron su promesa, nosotros el cumplimiento; ellos el pagaré, nosotros el pago. Solamente amor nos pide Dios como tributo particular para celebrar este misterio; sólo ese pago pide a cambio de todo lo que ha hecho y de lo que ha sufrido por nosotros. '¡Hijos!', nos llama. '¡Dadme vuestro corazón!' Amarle es nuestra suprema felicidad y la más alta dignidad de la criatura humana".

La vida en Cristo es la práctica del Evangelio. Desde el momento de nacer, nos enseña, primero a practicarlo y después a predicarlo. El pesebre fue su primer pulpito y desde ahí nos enseñó a curar nuestras enfermedades espirituales. Vino entre nosotros a buscar nuestras miserias, nuestras pobrezas, nuestras humillaciones, a reparar el deshonor que nuestro orgullo le había inflingido a Dios Padre y aplicar un remedio a nuestras almas. Y para ello, eligió una madre pobre, un poblado pequeño, un establo. Aquél que adornó al mundo y visitó a los lirios del campo con una majestad mayor a la de Salomón, estuvo envuelto en zaleas y reclinado en un pesebre. Eso fue lo que escogió como señal de su identidad. "Que os sirva de señal", había dicho el ángel a los pastores, "encontrar al Niño envuelto en pañales y reclinado en un pesebre". En todo ello hay una poderosa enseñanza. "La gracia de Dios, nuestro Salvador, había aparecido a todos los hombres para instruirnos", afirma el apóstol. A todos los hombres, al rico y al pobre, al grande y al pequeño, a todo el que quiera compartir Su gracia y Su reino y, para todo eso, nos dio su primera lección de humildad. ¿Qué es todo el misterio de la Encarnación sino el más asombroso acto de humildad de un Dios? Para expiar nuestro orgullo, el Hijo de Dios, se despojó de su gloria y tomó la forma del hombre con todas sus condiciones y en todas sus circunstancias, salvo en el pecado. ¿Quién puede dejar de imaginarse que toda la creación se colmó con la gloria de Su presencia y se estremeció de júbilo ante El? Pero nada de esto pudieron ver los hombres. "No vino", dice San Juan Crisóstomo, "para sacudir al mundo con la presencia de su Majestad; no llegó entre rayos y truenos, como en el Sinaí; sino que lo hizo calladamente, sin que nadie lo supiera".

En el año 5199 de la Creación del mundo, cuando Dios, en el principio, hizo de la nada los cielos y la tierra; el año 2957 después del diluvio; el año 2015 del nacimiento de Abraham; el año 1510 desde Moisés y la salida de Egipto del pueblo de Israel; el año de 1032 desde que David fue ungido rey; en la sexagésima quinta semana, de acuerdo con la profecía de Daniel;durante la centésima nonagésima cuarta olimpiada; en el año 752 de la fundación de Roma; en el cuadragésimo segundo año del reinado de Octavio Augusto, cuando toda la tierra estaba en paz, en la sexta edad del mundo: Jesucristo, Dios eterno e Hijo del eterno Padre, con el deseo de consagrar al mundo con su arribo, concebido por el Espíritu Santo y cuando hubieron pasado nueve meses desde su concepción, nació en Belén de Judá', de la Virgen María y se hizo hombre. Ese fue el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo según la carne.

En esta forma tan solemne y detallada, el Martirologio Romano, como no lo hace para ninguna otra fiesta del Año Cristiano, ni siquiera la de Pascua, anuncia la Navidad. Sin embargo -y esto parece particularmente extraño a los pueblos sajones de habla inglesa para quienes la Navidad es la máxima fiesta religiosa del año- esta solemnidad no figura entre las que celebraba la Iglesia primitiva y, considerada desde el punto de vista litúrgico, no sólo queda por debajo de la Pascua, sino también de Pentecostés y de la Epifanía. La conmemoración del nacimiento de Nuestro Señor con fiesta propia no comenzó hasta el siglo cuarto (antes del 336) en Roma, de donde la festividad se extendió al oriente; hasta enton­ces, se conmemoró la Navidad como un complemento secundario de la fiesta de Epifanía.

Las fechas que figuran en la cita del Martirologio Romano que reproducimos en la página anterior, no todas son estrictamente correctas desde el punto de vista histórico ni es posible verificarlas. En la actualidad sabemos, por ejemplo, que la creación del mundo no tuvo lugar 5199 años antes del nacimiento del Señor, sino muchísimos años más, y también tenemos conocimiento de que, posiblemente, la natividad haya sido anterior al año 752 de la fundación de la ciudad de Roma. Pero si es incierto el año en que nació Nuestro Señor, lo es todavía más la fecha del día, y autoridades respetabilísimas han colocado esa fecha en casi todos los meses del año. No se saben las razones positivas por las que se eligió el 25 de diciembre para conmemoración de esta festividad, y el caso ha sido objeto de acaloradas discusiones. La idea de que tuvo su origen en una Saturnalia romana de diciembre, no puede ser pasada por alto, pero es más probable que la festividad solar de Natalis Invicti (Nacimiento del Invicto (el Sol)), que se celebraba en el solsticio de invierno, más o menos por el 25 de diciembre, haya dado origen al Día de Navidad. De cualquier manera, la costumbre romana de conmemorar el nacimiento de Cristo con una festividad especial en la fecha señalada se generalizó y así ha persistido en toda la cristiandad, con algunas excepciones aisladas. Se dice que los nestorianos no aceptaron la festividad especial hasta el siglo catorce; los armenios disidentes nunca lo han hecho, hasta hoy, celebran el Nacimiento de Nuestro Señor junto con su Bautismo, el día de la Epifanía, y es así como los armenios separatistas son los únicos cristianos en el mundo que no festejan el día de la Navidad***.

El padre Delehaye, en su comentario sobre el Hieronymianum, subraya la resistencia de la iglesia de Jerusalén a aceptar lo que consideraba como una nueva fiesta del nacimiento de Nuestro Señor, no obstante que San Juan Crisóstomo aclara en uno de sus sermones que la festividad ya había sido adoptada en la ciudad Siria de Antioquía desde el año 376. Al parecer, en el siglo sexto, Cosme Indicopleustes consideraba escandaloso que no se hubiese adaptado la celebración de la Navidad en Jerusalén; pero antes de la muerte del patriarca San Sofronio, ocurrida alrededor del 638, es evidente que Jerusalén se había conformado con las costumbres del resto de la cristiandad, puesto que así lo dijo el patriarca en uno de sus sermones. Tras el estudio del padre Delehaye, el monje Dom B. Botte publicó una discusión sistemática, y a veces excesivamente minuciosa, sobre el origen de la fiesta de Navidad, estudio éste donde el autor afirma que todas las pruebas nos obligan a admitir que la asignación de la fecha del nacimiento de Nuestro Señor al 25 de diciembre se debe a la celebración pagana del Natalis Invicti precisamente en ese día. En apoyo de esta idea, debe recordarse que mientras dominaba o prevalecía extensamente el paganismo, los cristianos, las gens lucífuga, tenían poderosas razones para ocultarse y disimular sus creencias y sus prácticas bajo celebraciones o símbolos que no llamasen la atención de sus perseguidores. Por otra parte, Mons. Duchesne sostiene que el nacimiento de Cristo se identificó con la fecha del 25 de diciembre, porque existía la creencia de que la Encarnación de Cristo había ocurrido en la misma fecha en que murió y que ambas coincidían con el equinoccio de primavera, el 25 de Marzo. También existía la creencia ampliamente aceptada de que igual fecha correspondió a la creación del mundo. De acuerdo con las investigaciones del padre Michel Andrieu, esas teorías no son enteramente irreconciliables y hay algo de verdad en ambas. El breve tratado De solstitiis etaequinoctiis, que data del siglo cuarto y sobre el cual publicó Dom Botte un texto crítico, no está en contradicción con las mencionadas sugerencias. Dom Botte coleccionó asimismo cierto número de testimonios en relación con las celebraciones paganas, en tierras de oriente, del nacimiento de un "aeon", o sea una gran divinidad, el día 6 de enero. En vista de que aquellas celebraciones estaban vinculadas con las festividades en honor de Dionisio, durante las cuales el vino reemplazaba el agua de las fuentes, es posible que hayan encontrado su expresión en las características singularmente mezcladas de la festividad de Epifanía en las que se combinaban el homenaje de los Reyes Magos, el bautismo de Nuestro Señor y el milagro de las bodas de Caná.

Cuando la peregrina Eteria visitó Jerusalén, hacia fines del siglo cuarto, la Navidad se observaba todavía como parte de la Epifanía el día 6 de enero, pero ya se daba mayor importancia al aspecto del nacimiento del Señor. Eteria describe de qué manera, en la víspera del 6 de Enero, el obispo, los sacerdotes, los monjes y el pueblo de Jerusalén, se trasladaban a Belén y hacían una estación solemne en la cueva de la Natividad. A la media noche, se organizaba una procesión que marchaba de regreso a Jerusalén mientras entonaba el oficio de la aurora. Después, durante el día, los cristianos volvían a reunirse para una celebración solemne de la Santa Eucaristía, que se iniciaba en la gran basílica de Constantino (el Martyriorí) y culminaba en la capilla de la Resurrección (la Anastasis). En el siglo sexto, las festividades que se llevaban a cabo en Jerusalén, fueron imitadas en Roma. A la hora "del canto del gallo", es decir después de la media noche, el Papa celebraba la misa en la Basílica Liberiana (Santa María la Mayor), a donde fueron trasladadas las supuestas reliquias del pesebre de madera donde estuvo recostado el Niño Jesús. Después del alba, marchaban los fieles en procesión hasta San Pedro donde el Papa cantaba la segunda misa. Entre la media noche y el alba, había otra celebración en la iglesia de Santa Anastasia, junto al Palatino. A mediados del siglo doce, comenzó a cantarse la tercera misa, la del día de Navidad, en Santa María la Mayor, debido a la gran distancia que había entre la basílica de San Pedro y la de Letrán, donde vivía el Papa por entonces. Este fue el origen de las tres misas que todo sacerdote debe celebrar en la Navidad. Estas misas se encuentran hasta hoy marcadas en el misal, con los nombres de sus respectivas estaciones: Misa a Medianoche, estación en Santa María la Mayor, junto al Pesebre; Misa a la Aurora, estación en Santa Anastasia; y Misa en el Día, estación en Santa María la Mayor. Posteriormente, se le dio un significado místico a esta conmemoración: las misas llegaron a representar la triple manifestación, la original, la judaica y la cristiana, es decir que representaron "el triple nacimiento" de Nuestro Señor: por el que procede del Padre antes de todos los tiempos, por su nacimiento natural de la Virgen María y, por su renacimiento espiritual en nuestras almas, mediante la fe y la caridad. O bien, de otra manera, se las puede considerar así: la Misa de Medianoche conmemora el eterno nacimiento de Jesús, el Verbo divino. "El Señor me dijo: Tú eres mi Hijo... En Ti está el principado en el día de tu poder... yo te concebí en el vientre antes que al lucero de la mañana". La Misa de la Aurora contempla a Jesús como la luz verdadera, el sol espiritual. "una luz brillará sobre nosotros en este día... Nos inunda la luz nueva del Verbo encarnado". Y en la tercera misa, al Niño de Belén se le honra como a Cristo el Rey, Dios y hombre. "Un niño nos ha nacido... lleva el reino sobre sus hombros... Hasta los confines de la tierra se ha visto la salvación de nuestro Dios... ¡Venid, todas las naciones y adorad al Señor!... Justicia y juicio son los preparativos para tu trono".

* Esa tradición, que ya existía en el siglo quinto, es absolutamente lógica y aun puede decirse que un versículo de Isaías (1,3) la sostiene (con ciertos acomodos, naturalmente), puesto que dice así:" El buey conoció a su dueño y el asno el pesebre de su amo...”.

** Otra tradición muy antigua de autenticidad, dice que la cueva es la que se encuentra bajo la Basílica de la Natividad en Belén. En el piso de esa cueva hay una gran estrella de plata con esta inscripción: Híc de Virgine María Jesús Christus natus est: "Aquí nació Jesucristo de la Virgen María".

Pasados innumerables siglos desde de la creación del mundo, cuando en el principio Dios creó el cielo y la tierra y formó al hombre a su imagen; después también de muchos siglos, desde queel Altísimo pusiera su arco en las nubes tras el diluvio como signo de alianza y de paz; veintiún siglos después de la emigración de Abrahán, nuestro padre en la fe, de Ur de Caldea; trece siglos después de la salida del pueblo de Israel de Egipto bajo la guía de Moisés; cerca de mil años después de que David fue ungido como rey, en la semana sesenta y cinco según la profecía de Daniel; en la Olimpíada ciento noventa y cuatro, el año setecientos cincuenta y dos de la fundación de la Urbe, el año cuarenta y dos del imperio de César Octavio Augusto; estando todo el orbe en paz, Jesucristo, Dios eterno e Hijo del eterno Padre, queriendo consagrar el mundo con su piadosísima venida, concebido del Espíritu Santo, nueve meses después de su concepción, nace en Belén de Judea, hecho hombre, de María Virgen: la Natividad de nuestro Señor Jesucristo según la carne.

Cantamos con el himno de I Vísperas de esta fiesta: "Hoy grande gozo en el cielo, todos hacen, porque en un barrio del suelo, nace Dios." ¡Qué gran gozo y alegría, tengo yo! Nace en mí, nace en cualquiera, si hay amor; nace donde hay verdadera comprensión. ¡Qué gran gozo y alegría, tiene Dios. Amén.




Las tinieblas dieron paso a la luz. Las profecías a la realidad. El Martirologio anuncia así este venturoso día, el más bello que contemplaron los siglos: "Jesucristo, eterno Dios e Hijo del eterno Padre, queriendo consagrar el mundo con su misericordiosísimo advenimiento, concebido del Espíritu Santo, pasados nueve meses después de su concepción, nace en Belén de Judá, de la Virgen María, hecho Hombre".




Ha llegado la plenitud de los tiempos, las semanas anunciadas por el profeta Daniel. Los ángeles lo anunciaron a los pastores: "Os anuncio una gran alegría para vosotros y para todo el pueblo: cerca de aquí, en la ciudad de David, acaba de naceros un Salvador, el Cristo, el Señor". A esta inmensa alegría se suman también los cielos y los aires, ya que desde allí se oye el sublime cántico: "Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres a quienes Dios ama".




Este día divide toda la historia de la humanidad en dos mitades: Hasta él y desde él. Cristo es el eje de la historia de toda la humanidad y para todos los tiempos. Es la Buena Noticia por excelencia. Por ello el mundo, por los siglos de los siglos, sólo podrá corresponder a tanto amor y benevolencia de parte de Dios, celebrando esta reina de las fiestas con inmenso amor y gratitud. El Hijo de Dios se hace hijo de mujer para hacer al hijo del hombre hijo de Dios.




Las palabras tan profundas de San Juan tienen cumplimiento este día: "En el principio estaba el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios... Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros". Ha llegado la plenitud de los tiempos, de la que habla San Pablo, y el Hijo de Dios quiso nacer de Mujer, y esta Mujer era María.




El himno del Oficio de Lecturas de este día canta los efectos de esta Venida, de este Nacimiento tan singular: "La plenitud del tiempo está cumplida; rocío bienhechor, baja del cielo, trae nueva vida, al mundo pecador. ¡Oh santa noche! Hoy Cristo nacía, en mísero portal; Hijo de Dios recibe de María, la carne del mortal. Hoy, Señor Jesús, el hombre en este suelo, cantar quiere tu amor, y, junto con los ángeles del cielo, te ofrece su loor. Este Jesús en brazos de María, es nuestra redención; cielos y tierra con su brazo unía, de paz y de perdón. Tú eres el Rey de paz, de ti recibe, su luz el porvenir; Ángel del gran Consejo, por ti vive, cuanto llega a existir".




El cristiano hoy debe saltar de alegría. Debe ser generoso. Nadie debiera hoy pasar hambre ni tener sed. Debiera desaparecer la guerra, el odio, el terrorismo, el pecado, la maldad del corazón del hombre. Ante un Niño que a la vez es Dios sólo cabe la postura de clavarse de rodillas y decirle: Te amo, perdóname. Lo viene así a cantar el precioso himno de Laudes: "Hermanos, Dios ha nacido, desde un pesebre. Aleluya. Hermanos, cantad conmigo: «Gloria a Dios en las alturas» . ...Hoy mueren todos los odios, y renacen las ternuras... El corazón más perdido, ya sabe que alguien le busca . ...El cielo ya no está solo, la tierra ya no está a oscuras".

¡Alegría, hermanos, hoy es Navidad! Siempre que hagamos algo bueno... ¡Es Navidad! Que lo sea todos los días de nuestra vida.






Oración


Dios todopoderoso, concédenos que, al vernos envueltos en la luz nueva de tu Palabra hecha carne, hagamos resplandecer en nuestras obras la fe que haces brillar en nuestra mente. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

15 dic 2010

NUESTRA SEÑORA DE LA SOLEDAD AL PIE DE LA CRUZ ( 18 DE DICIEMBRE )


Cincuenta años después de la fundación de Oaxaca, ya se menciona el nombre de la cofradía de San Sebastián y la Soledad de Nuestra Señora, establecida en una ermita que ocupó el sitio de la actual Basílica. Narra una leyenda de 1617 que un arriero hacía el camino de Guatemala a Veracruz, y al llegar a la ermita de San Sebastián en la ciudad de Oaxaca, se le hechó una mula ante el peso descomunal de una caja que cargaba. No hubo poder humano que la hiciera levantar y caminar. Cuando el obispo fray Bartolomé Bohorquez ordenó que se abriera la caja, se percató que contenía una imagen de Cristo junto con una cabeza de Virgen y un par de manos labradas y un rótulo que decía "Nuestra Señora de la Soledad al pie de la Cruz".

El obispo ordenó que se le construyera un santuario, éste se inició anexo al convento de las monjas agustinas recoletas de Santa Mónica en 1682 y se terminó en 1689. Sin embargo, para hermosear la finca, en 1718 se terminó la fachada adosada, de biombo, que ahora conocemos. Su arquitecto fue el fraile Sebastián de San Phelipe.

La portada, muy bella, cumple con una función de contrafuerte. La composición se logra en cuatro cuerpos con siete calles albergando un extraordinario relieve de la Soledad de Nuestra Señora y una magnífica estatuaria.

Nuestra Señora de la Soledad, además de ser patrona de Oaxaca, lo fue de los marinos que la llenaron de perlas. Esta imagen es de las más ricas del continente, pues sólo su corona de oro tiene 2 kg de este metal y 600 diamantes. Todos los óleos que cubren sus muros son obras de arte incalculables.

En diciembre se festeja a Nuestra Señora con la participación de danzas de todas las etnias oaxaqueñas, distinguiéndose los Negritos, El Tigre, la Danza de la Pluma, los Cuerudos, la danza de los Machetes, el Jarabe Mixteco, los Chenteños, las Chilenas, los Sones Costeños y el Fandango del Valle.

En su advocación de La Soledad, la Virgen María es la patrona de Oaxaca. Virgen española de paso para Guatemala, que por un prodigio (el 18 de diciembre de 1620), se quiso quedar en Oaxaca, ya que la religión necesitaba quitar idolatrías como la del Cacique de Yanhuitlán y gobernadores.
Desde el puerto de Veracruz y para la provincia de Guatemala, caminaba un dueño de recuas, y habiendo hecho algunas jornadas poco antes de la ciudad de Oaxaca, se incorporó sin saber cómo, entre las suyas, una mula que traía sobre sí un cajón atravesado.

Nadie pudo asegurar de dónde había salido, ni como se había allí introducido. Registró cuanto alcanzó la vista y no se vio persona que anduviese buscando dicha mula, ni aún otras cargadas o descargadas de quienes se presumiese se había separado.

Continuaron las jornadas, y el dueño de aquella recua propuso hacer luego manifestación del hallazgo ante el juez competente, porque algún día no le pasase perjuicio.

Proseguía su viaje, entraba ya en la ciudad, llegó a la ermita de san Sebastián, y a la puerta principal, como aún hoy se ve contigua al real, y al llegar enfrente de ella la mula se dejó caer con su cajón en el suelo.

El dueño de la recua pensó que era fatiga y rendimiento al peso que le oprimía; acudieron unos y otros a levantar a la mula, valiéndose de las fuerzas, ardides y diligencias que dicta el despecho y la impaciencia de los de aquel ejercicio. Todo empeoró, fue en vano y cansados los sirvientes, hubo el dueño principal de entrar a la ciudad.

Se notició a la justicia del caso, y se pidió se abriese en su presencia el cajón, y lo que en él hallasen quedara por autoridad depositado hasta en tanto constase de un legítimo dueño. Pasó la averiguación de un alcalde ordinario; mandó que descargasen la caja, se hizo y esto bastó para que se levantase la mula que estaba todavía en el suelo, ya buena y sana al parecer, pero muy a breve rato volvió a caerse muerta.
bierto el cajón se constató que contenía una hechura de Jesucristo Nuestro Redentor que representaba su gloriosa Resurrección y una cabeza y manos con rótulo que decía: “Nuestra Señora de la Soledad al pie de la Cruz…”

El obispo ordenó que el rostro y las manos de la Virgen quedasen depositados en la Ermita de San Sebastián, por haber ocurrido frente a ella el incidente de la bestia, y que a la Ermita de la Santa Veracruz (después Templo del Carmen de Arriba) se enviase la escultura de Cristo.

Por el origen que traía la recua, es de suponer que aquellas imágenes procedían de algún taller español. Iban con destino a Guatemala, según algunos opinan, y no venían de allí como frecuentemente se había creído; sin embargo, sería necesario un estudio más minucioso para determinar su origen.

Así se convirtió la Virgen de la Soledad en patrona de Oaxaca.

Pronto adquirió cuerpo el proyecto de levantar una Iglesia para culto de la Virgen, precisamente en el mismo lugar donde había tenido lugar aquel suceso.

Gracias a la magnificencia del rico arcediano don Pedro Otálora y Carvajal, se emprendió la fábrica del nuevo Templo que es uno de los más bellos del sur de México. Fue consagrado el 6 de septiembre de 1690 por el obispo Sariñana.
espués de ocurrido este hecho milagroso el obispo ordenó que se le construyera un santuario, éste se inició anexo al convento de las monjas agustinas recoletas de Santa Mónica en 1682 y se terminó en 1690. La actual fachada fue construida entre 1717 y 1718; con el concurso moral y económico del Obispo Ángel Maldonado.

La Basílica de Nuestra Señora de la Soledad se localiza en la ciudad de Oaxaca de Juárez, al sureste de México.

La construcción es de estilo barroco, y es característica su escasa altura, como una estrategia constructiva para prolongar la vida útil del templo, en una región donde los terremotos habían destruido para la fecha de su edificación varios edificios importantes. La Basílica de la Soledad forma parte del Centro Histórico de la Ciudad de Oaxaca, que fue declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO, en el año 1987.

El primer templo dedicado a la Virgen de la Soledad en la ciudad de Oaxaca fue construido en los primeros años posteriores a la Conquista de México. Cuando en 1532 el rey Carlos I de España concedió el título de ciudad a la Antequera de Oaxaca, se elevó en las inmediaciones del cerro del Fortín un pequeño santuario que fue dedicado a San Sebastián. El templo incluía una pequeña capilla dedicada a la Virgen de La Soledad.

El edificio de la Basílica inicio su construcción hacia 1682 y en 1690 fue consagrada por el obispo Sariñana y Cuenca, las obras estuvieron a cargo del fraile betlemita Sebastián de San Felipe,

La Basílica de La Soledad posee una planta de cruz latina. El material esencial del edificio es la cantera verde, una piedra muy común en algunas partes de Oaxaca. En contraste, la magnificente portada fue realizada en cantera amarilla, y está ligeramente salida hacia el atrio del templo en comparación con los campanarios.

Esta portada tiene un diseño de biombo, y consta de cuatro niveles y Frontón; Al centro de el primer cuerpo de la fachada encontramos el vano de acceso flanqueado por dos columnas de fuste estriado y capitel dórico, así como cuatro hornacinas con arcos poligonales y peana donde encontramos la representación de san Pedro, san Pablo, san Agustín y Santa Rosa de Lima,

En el segundo cuerpo de la portada del edificio, sobre la entrada principal, hay un relieve que representa a la Virgen María, arrodillada y llorosa, al pie de la Santa Cruz, un cráneo humano y pequeñas ramas de arbustos, representando la vida después de la muerte, al fondo un relieve del pueblo de Jerusalem. Se distinguen así dos pequeños ángeles a los costados, el primero de ellos que recuerda a la Verónica, por el manto con el rostro de Cristo en el, otro parece aludir al arcangel san Miguel, así como cuatro hornacinas con la representación de Santa Ana, San Joaquín, San Juan Evangelista y Santa Lucia.

Al Centro del tercer cuerpo tenemos la puerta del coro y a los costados la representación de la anunciación de la Virgen María, con el arcángel Gabriel de un lado y a la Virgen hincada del otro, dos hornacinas representado en su interior por esculturas a San Sebastián y Santa Isabel; a los costados en dos pequeños relieves la representación de San Nicolás Bari y San Nicolás Tole
ntino.

En el último cuerpo, un relieve alusivo a la Asunción de la Virgen.

En El Interior Encontramos Muestras De la Pintura Barrroca europea de la época; el éxtasis de San Agustín, María Magdalena, Santa Teresa, Santa Catalina mártir, San Jerónimo y Santa Úrsula.

Dos bóvedas de cañón cubren el edificio. En la unión de las bóvedas del transepto con la de la nave principal se levanta una cúpula ochavada, cuya superficie exterior está recubierta por azulejos.



LA FESTIVIDAD

En sus orígenes, el culto fue modesto, pero poco a poco alcanzó un excepcional arraigo en el corazón de los oaxaqueños, a tal grado, que en la totalidad de los pueblos se cuenta con una réplica de dicha imagen.

Considerada durante la época colonial una de las fiestas religiosas más importantes, el culto a la Virgen de la Soledad, adquirió características propias, de tal manera que hasta el vestuario se conformó con elementos locales, que permiten identificar las regiones a donde se ha extendido el culto de la Patrona de los Oaxaqueños.

El fervor del pueblo oaxaqueño se desbordaba durante la Cuaresma y en dolor el Viernes Santo, para transformarse en alegría durante la fiesta decembrina.

El día 18 de diciembre se festeja a Nuestra Señora con la participación de danzas de todas las etnias oaxaqueñas, distinguiéndose la danza de los Negritos, El Tigre, la Danza de la Pluma, los Cuerudos, la danza de los Machetes, el Jarabe Mixteco, los Chenteños, las chilenas, los Sones Costeños y el Fandango del Valle. Además de estos festejos existe una peregrinación que sale de algunos distritos cercanos a la ciudad, fieles de Tlacolula, Zaachila, Zimatlán, Ocotlán, Ejutla, entre otros, salen a esta peregrinación la noche del 17 de diciembre para arribar al santuario de de la Virgen de la Soledad en la madrugada del día 18 para oír misa y cantarle las mañanitas a la patrona de la ciudad.

9 dic 2010

LA INMACULADA CONCEPCION DE MARIA BAJO LA ADVOCACION DE NUESTRA SEÑORA DE JUQUILA ( 8 DE DICIEMBRE)



La Inmaculada Concepción de María es el dogma de fe que declara que por una gracia singular de Dios, María fue preservada de todo pecado, desde su concepción.

Como demostraremos, esta doctrina es de origen apostólico, aunque el dogma fue proclamado por el Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854, en su bula Ineffabilis Deus.

"...declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles..."
(Pío IX, Bula Ineffabilis Deus, 8 de diciembre de 1854)

La Concepción: Es el momento en el cual Dios crea el alma y la infunde en la materia orgánica procedente de los padres. La concepción es el momento en que comienza la vida humana.

Cuando hablamos del dogma de la Inmaculada Concepción no nos referimos a la concepción de Jesús quién, claro está, también fue concebido sin pecado. El dogma declara que María quedó preservada de toda carencia de gracia santificante desde que fue concebida en el vientre de su madre Santa Ana. Es decir María es la "llena de gracia" desde su concepción.

La Encíclica "Fulgens corona", publicada por el Papa Pío XII en 1953 para conmemorar el centenario de la definición del dogma de la Inmaculada Concepción, argumenta así: «Si en un momento determinado la Santísima Virgen María hubiera quedado privada de la gracia divina, por haber sido contaminada en su concepción por la mancha hereditaria del pecado, entre ella y la serpiente no habría ya -al menos durante ese periodo de tiempo, por más breve que fuera- la enemistad eterna de la que se habla desde la tradición primitiva hasta la solemne definición de la Inmaculada Concepción, sino más bien cierta servidumbre»

Fundamento Bíblico

La Biblia no menciona explícitamente el dogma de la Inmaculada Concepción, como tampoco menciona explícitamente muchas otras doctrinas que la Iglesia recibió de los Apóstoles. La palabra "Trinidad", por ejemplo, no aparece en la Biblia. Pero la Inmaculada Concepción se deduce de la Biblia cuando ésta se interpreta correctamente a la luz de la Tradición Apostólica.

El primer pasaje que contiene la promesa de la redención (Genesis 3:15) menciona a la Madre del Redentor. Es el llamado Proto-evangelium, donde Dios declara la enemistad entre la serpiente y la Mujer. Cristo, la semilla de la mujer (María) aplastará la cabeza de la serpiente. Ella será exaltada a la gracia santificante que el hombre había perdido por el pecado. Solo el hecho de que María se mantuvo en estado de gracia puede explicar que continúe la enemistad entre ella y la serpiente. El Proto-evangelium, por lo tanto, contiene una promesa directa de que vendrá un redentor. Junto a El se manifestará su obra maestra: La preservación perfecta de todo pecado de su Madre Virginal.

En Lucas 1:28 el ángel Gabriel enviado por Dios le dice a la Santísima Virgen María «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.». Las palabras en español "Llena de gracia" no hace justicia al texto griego original que es "kecharitomene" y significa una singular abundancia de gracia, un estado sobrenatural del alma en unión con Dios. Aunque este pasaje no "prueba" la Inmaculada Concepción de María ciertamente lo sugiere.

El Apocalipsis narra sobre la «mujer vestida de sol» (Ap 12,1). Ella representa la santidad de la Iglesia, que se realiza plenamente en la Santísima Virgen, en virtud de una gracia singular. Ella es toda esplendor porque no hay en ella mancha alguna de pecado. Lleva el reflejo del esplendor divino, y aparece como signo grandioso de la relación esponsal de Dios con su pueblo.
En el siglo IX se introdujo en Occidente la fiesta de la Concepción de María, primero en Nápoles y luego en Inglaterra.

Hacia el año 1128, un monje de Canterbury llamado Eadmero escribe el primer tratado sobre la Inmaculada Concepción donde rechaza la objeción de San Agustín contra el privilegio de la Inmaculada Concepción, fundada en la doctrina de la transmisión del pecado original en la generación humana.

La castaña, escribe Eadmero, «es concebida, alimentada y formada bajo las espinas, pero que a pesar de eso queda al resguardo de sus pinchazos». Incluso bajo las espinas de una generación que de por sí debería transmitir el pecado original, María permaneció libre de toda mancha, por voluntad explícita de Dios que «lo pudo, evidentemente, y lo quiso. Así pues, si lo quiso, lo hizo».

Los grandes teólogos del siglo XIII presentaban las mismas dificultades de San Agustín: la redención obrada por Cristo no sería universal si la condición de pecado no fuese común a todos los seres humanos. Si María no hubiera contraído la culpa original, no hubiera podido ser rescatada. En efecto, la redención consiste en librar a quien se encuentra en estado de pecado.

El franciscano Juan Duns Escoto, al principio del siglo XIV, inspirado en algunos teólogos del siglo XII y por el mismo San Francisco (siglo XIII, devoto de la Inmaculada), brindó la clave para superar las objeciones contra la doctrina de la Inmaculada Concepción de María. El sostuvo que Cristo, el mediador perfecto, realizó precisamente en María el acto de mediación más excelso: Cristo la redimió preservándola del pecado original. Se trata una redención aún más admirable: No por liberación del pecado, sino por preservación del pecado.

Escoto preparó el camino para la definición dogmática. Dicen que su inspiración le vino al pasar por frente de una estatua de la Virgen y decirle: "Dignare me laudare te: Virgo Sacrata" (Oh Virgen sacrosanta dadme las palabras propias para hablar bien de Ti).

1. ¿A Dios le convenía que su Madre naciera sin mancha del pecado original? - Sí, a Dios le convenía que su Madre naciera sin ninguna mancha. Esto es lo más honroso, para Él.

2. ¿Dios podía hacer que su Madre naciera sin mancha de pecado original? -
Sí, Dios lo puede todo, y por tanto podía hacer que su Madre naciera sin mancha: Inmaculada.

3. ¿Lo que a Dios le conviene hacer lo hace? ¿O no lo hace? Todos respondieron: Lo que a Dios le conviene hacer, lo que Dios ve que es mejor hacerlo, lo hace.

Entonces Scotto exclamó: Luego
1. Para Dios era mejor que su Madre fuera Inmaculada: o sea sin mancha del pecado original.
2. Dios podía hacer que su Madre naciera Inmaculada: sin mancha
3. Por lo tanto: Dios hizo que María naciera sin mancha del pecado original. Porque Dios cuando sabe que algo es mejor hacerlo, lo hace.

Méritos: María es libre de pecado por los méritos de Cristo Salvador. Es por El que ella es preservada del pecado. Ella, por ser una de nuestra raza humana, aunque no tenía pecado, necesitaba salvación, que solo viene de Cristo. Pero Ella singularmente recibe por adelantado los méritos salvíficos de Cristo. La causa de este don: El poder y omnipotencia de Dios.

Razón: La maternidad divina. Dios quiso prepararse un lugar puro donde su hijo se encarnara.

Frutos:
1-María fue inmune de los movimientos de la concupiscencia. Concupiscencia: los deseos irregulares del apetito sensitivo que se dirigen al mal.

2-María estuvo inmune de todo pecado personal durante el tiempo de su vida. Esta es la grandeza de María, que siendo libre, nunca ofendió a Dios, nunca optó por nada que la manchara o que le hiciera perder la gracia que había recibido.

El dogma de la Inmaculada Concepción de María no ofusca, sino que más bien pone mejor de relieve los efectos de la gracia redentora de Cristo en la naturaleza humana. Todas las virtudes y las gracias de María Santísima las recibe de Su Hijo. La Madre de Cristo debía ser perfectamente santa desde su concepción. Ella desde el principio recibió la gracia y la fuerza para evitar el influjo del pecado y responder con todo su ser a la voluntad de Dios. A María, primera redimida por Cristo, que tuvo el privilegio de no quedar sometida ni siquiera por un instante al poder del mal y del pecado, miran los cristianos como al modelo perfecto y a la imagen de la santidad que están llamados a alcanzar, con la ayuda de la gracia del Señor, en su vida.

En torno a las ideas de Escoto se suscitó una gran controversia. Después de que el Papa Sixto IV aprobara, en 1477, la misa de la Concepción, esa doctrina fue cada vez más aceptada en las escuelas teológicas.

El Papa Sixto IV, en 1483, casi 4 siglos antes del dogma, había extendido la fiesta de la Concepción Inmaculada de María a toda la Iglesia de Occidente.

Fue valioso también el aporte del mundo universitario. Las universidades de París, Maguncia y Colonia y, en España, la de Valencia (1530), Granada, Alcalá (1617), Salamanca (1618) y otras proclamaron a María Inmaculada como Patrona. Sus doctores, al recibir el grado, hacían voto y juramento de enseñar y defender la doctrina de la Inmaculada Concepción de María.

La Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María tiene un llamado para nosotros:
1-Nos llama a la purificación. Ser puros para que Jesús resida en nosotros.
2-Nos llama a la consagración al Corazón Inmaculado de María, lugar seguro para alcanzar conocimiento perfecto de Cristo y camino seguro para ser llenos del Espíritu Santo.

"Con la Inmaculada Concepción de María comenzó la gran obra de la Redención, que tuvo lugar con la sangre preciosa de Cristo. En Él toda persona está llamada a realizarse en plenitud hasta la perfección de la santidad" Juan Pablo II, 5-XII-2003.

Respuesta a los argumentos contra la Inmaculada Concepción de María.

1- Argumento: La Inmaculada Concepción contradice la enseñanza de San Pablo: "todos han pecado y están lejos de la presencia salvadora de Dios" (Romanos 3:23).

Respuesta católica: Si fuéramos a tomar las palabras de San Pablo "todos han pecado" en un sentido literal absoluto, Jesús también quedaría incluido entre los pecadores. Sabemos que esta no es la intención de S. Pablo ya que después menciona que Jesús "no conoció pecado" (2Cor 5,21; Cf. Hebreos 4:15; 1 Pedro 2:22).

El dogma de la Inmaculada Concepción de María no contradice la enseñanza Paulina en Rm 3:23 sobre la realidad pecadora de la humanidad en general, la cual estaba encerrada en el pecado y lejos de Dios hasta la venida del Salvador. San Pablo enseña que Cristo nos libera del pecado y nos une a Dios (Cf. Efesios 2:5). Esta es la enseñanza del Catecismo de la Iglesia católica, el pecado original «afecta a la naturaleza humana», que se encuentra así «en un estado caído». Por eso, el pecado se transmite «por propagación a toda la humanidad, es decir, por la transmisión de una naturaleza humana privada de la santidad y de la justicia originales». Pero Jesús tiene la potestad para preservar a su Madre del pecado aplicando a ella los méritos de su redención.

San Pablo declara que, como consecuencia de la culpa de Adán, «todos pecaron» y que «el delito de uno solo atrajo sobre todos los hombres la condenación» (Rom 5,12.18). El paralelismo entre Adán y Cristo se completa con el de Eva y María: La mujer tuvo un papel importante en la caída y lo tiene también en la redención.

San Ireneo, Padre de la Iglesia del siglo II, presenta a María como la nueva Eva que, con su fe y su obediencia, contrapesa la incredulidad y la desobediencia de Eva. Ese papel en la economía de la salvación exige la ausencia de pecado. Era conveniente que, al igual que Cristo, nuevo Adán, también María, nueva Eva, no conociera el pecado y fuera así más apta para cooperar en la redención.

El pecado que mancha a toda la humanidad no puede entrar en el Redentor y su colaboradora. Con una diferencia sustancial: Cristo es totalmente santo en virtud de la gracia que en su humanidad brota de la persona divina; y María es totalmente santa en virtud de la gracia recibida por los méritos del Salvador. Entonces, lo que Pablo declara en forma general para toda la humanidad no incluye a Jesús y a María.

2- Argumento: Según algunos, María reconoce que ella era pecadora y que necesitó ser rescatada por la gracia de Dios (Lucas 1: 28, 47).
Respuesta católica: Que María se declarara pecadora es falso. Que ella se declarara salvada por Dios es cierto. En Lc 1:48 ella reconoce que fue salvada. ¿De qué? Del dominio del pecado, por gracia de Dios. Pero para eso no tuvo que llegar a pecar. Dios la salvó preservándola del pecado.

El dogma de la Inmaculada Concepción de María no niega que ella fue salvada por Jesús. En María las gracias de Cristo se aplicaron ya desde el momento de su concepción. El hecho de que Jesús no hubiese aún nacido no presenta obstáculo pues las gracias de Jesús no tienen barreras de tiempo y se aplicaron anticipadamente en su Madre. Para Dios nada es imposible.

¿Cómo sabemos que La Virgen María fue concebida sin pecado? La fe católica reconoce que la revelación Bíblica necesita ser interpretada a la luz de la Tradición recibida de los Apóstoles y según el desarrollo dogmático que, por el Espíritu Santo, ha ocurrido en la Iglesia. De esta manera lo que esta ya en la Biblia en forma de semilla se llega a entender cada vez mejor.

Juan Pablo II sobre La Inmaculada Concepción

1. En la reflexión doctrinal de la Iglesia de oriente, la expresión llena de gracia, como hemos visto en las anteriores catequesis, fue interpretada, ya desde el siglo VI, en el sentido de una santidad singular que reina en María durante toda su existencia. Ella inaugura así la nueva creación.

Además del relato lucano de la Anunciación, la Tradición y el Magisterio han considerado el así llamado Protoevangelio (Gn 3, 15) como una fuente escriturística de la verdad de la Inmaculada Concepción de María. Ese texto, a partir de la antigua versión latina: «Ella te aplastara la cabeza», ha inspirado muchas representaciones de la Inmaculada que aplasta la serpiente bajo sus pies.

Ya hemos recordado con anterioridad que esta traducción no corresponde al texto hebraico, en el que quien pisa la cabeza de la serpiente no es la mujer, sino su linaje, su descendiente. Ese texto por consiguiente, no atribuye a María sino a su Hijo la victoria sobre Satanás. Sin embargo, dado que la concepción bíblica establece una profunda solidaridad entre el progenitor y la descendencia, es coherente con el sentido original del pasaje la representación de la Inmaculada que aplasta a la serpiente, no por virtud propia sino de la gracia del Hijo.

2. En el mismo texto bíblico, además se proclama la enemistad entre la mujer y su linaje, por una parte, y la serpiente y su descendencia, por otra. Se trata de una hostilidad expresamente establecida por Dios, que cobra un relieve singular si consideramos la cuestión de la santidad personal de la Virgen. Para ser la enemiga irreconciliable de la serpiente y de su linaje, María debía estar exenta de todo dominio del pecado. Y esto desde el primer momento de su existencia.

A este respecto, la encíclica Fulgens corona, publicada por el Papa Pío XII en 1953 para conmemorar el centenario de la definición del dogma de la Inmaculada Concepción, argumenta así: «Si en un momento determinado la santísima Virgen María hubiera quedado privada de la gracia divina, por haber sido contaminada en su concepción por la mancha hereditaria del pecado, entre ella y la serpiente no habría ya –al menos durante ese periodo de tiempo, por más breve que fuera– la enemistad eterna de la que se habla desde la tradición primitiva hasta la solemne definición de la Inmaculada Concepción, sino más bien cierta servidumbre» (MS 45 [1953], 579).

La absoluta enemistad puesta por Dios entre la mujer y el demonio exige, por tanto, en María la Inmaculada Concepción, es decir, una ausencia total de pecado, ya desde el inicio de su vida. El Hijo de María obtuvo la victoria definitiva sobre Satanás e hizo beneficiaria anticipadamente a su Madre, preservándola del pecado. Como consecuencia, el Hijo le concedió el poder de resistir al demonio, realizando así en el misterio de la Inmaculada Concepción el más notable efecto de su obra redentora.

3. El apelativo llena de gracia y el Protoevangelio, al atraer nuestra atención hacia la santidad especial de María y hacia el hecho de que fue completamente librada del influjo de Satanás, nos hacen intuir en el privilegio único concedido a María por el Señor el inicio de un nuevo orden, que es fruto de la amistad con Dios y que implica, en consecuencia, una enemistad profunda entre la serpiente y los hombres.

Como testimonio bíblico en favor de la Inmaculada Concepción de María, se suele citar también el capitulo 12 del Apocalipsis, en el que se habla de la «mujer vestida de sol» (Ap 12, 1). La exégesis actual concuerda en ver en esa mujer a la comunidad del pueblo de Dios, que da a luz con dolor al Mesías resucitado. Pero, además de la interpretación colectiva, el texto sugiere también una individual cuando afirma: «La mujer dio a luz un hijo varón, el que ha de regir a todas las naciones con cetro de hierro» (Ap 12, 5). Así, haciendo referencia al parto, se admite cierta identificación de la mujer vestida de sol con María, la mujer que dio a luz al Mesías. La mujer­comunidad está descrita con los rasgos de la mujer­Madre de Jesús.

Caracterizada por su maternidad, la mujer «está encinta, y grita con los dolores del parto y con el tormento de dar a luz» (Ap 12, 2). Esta observación remite a la Madre de Jesús al pie de la cruz (cf. Jn 19, 25), donde participa, con el alma traspasada por la espada (cf. Lc 2, 35), en los dolores del parto de la comunidad de los discípulos. A pesar de sus sufrimientos, está vestida de sol, es decir, lleva el reflejo del esplendor divino, y aparece como signo grandioso de la relación esponsal de Dios con su pueblo.

Estas imágenes, aunque no indican directamente el privilegio de la Inmaculada Concepción, pueden interpretarse como expresión de la solicitud amorosa del Padre que llena a María con la gracia de Cristo y el esplendor del Espíritu.

Por ultimo, el Apocalipsis invita a reconocer mas particularmente la dimensión eclesial de la personalidad de María: la mujer vestida de sol representa la santidad de la Iglesia, que se realiza plenamente en la santísima Virgen, en virtud de una gracia singular.

4. A esas afirmaciones escriturísticas, en las que se basan la Tradición y el Magisterio para fundamentar la doctrina de la Inmaculada Concepción, parecerían oponerse los textos bíblicos que afirman la universalidad del pecado.

El Antiguo Testamento habla de un contagio del pecado que afecta a «todo nacido de mujer» (Sal 50, 7; Jb 14, 2). En el Nuevo Testamento, san Pablo declara que, como consecuencia de la culpa de Adán, «todos pecaron» y que «el delito de uno solo atrajo sobre todos los hombres la condenación» (Rm 5, 12. 18). Por consiguiente, como recuerda el Catecismo de la Iglesia católica, el pecado original «afecta a la naturaleza humana», que se encuentra así «en un estado caído». Por eso, el pecado se transmite «por propagación a toda la humanidad, es decir, por la transmisión de una naturaleza humana privada de la santidad y de la justicia originales» (n. 404). San Pablo admite una excepción de esa ley universal: Cristo, que «no conoció pecado» (2 Co 5, 21) y así pudo hacer que sobreabundara la gracia «donde abundo el pecado» (Rm 5, 20).

Estas afirmaciones no llevan necesariamente a concluir que María forma parte de la humanidad pecadora. El paralelismo que san Pablo establece entre Adán y Cristo se completa con el que establece entre Eva y María: el papel de la mujer, notable en el drama del pecado, lo es también en la redención de la humanidad.

San Ireneo presenta a María como la nueva Eva que, con su fe y su obediencia, contrapesa la incredulidad y la desobediencia de Eva. Ese papel en la economía de la salvación exige la ausencia de pecado. Era conveniente que, al igual que Cristo, nuevo Adán, también María, nueva Eva, no conociera el pecado y fuera así más apta para cooperar en la redención.

El pecado, que como torrente arrastra a la humanidad, se detiene ante el Redentor y su fiel colaboradora. Con una diferencia sustancial: Cristo es totalmente santo en virtud de la gracia que en su humanidad brota de la persona divina; y María es totalmente santa en virtud de la gracia recibida por los méritos del Salvador.

Llena de Gracia, el nombre mas bello de María.
Benedicto XVI, 2006

Queridos hermanos y hermanas:

Celebramos hoy una de las fiestas de la bienaventurada Virgen más bellas y populares: la Inmaculada Concepción. María no sólo no cometió pecado alguno, sino que quedó preservada incluso de esa común herencia del género humano que es la culpa original, a causa de la misión a la que Dios la había destinado desde siempre: ser la Madre del Redentor.

Todo esto queda contenido en la verdad de fe de la Inmaculada Concepción. El fundamento bíblico de este dogma se encuentra en las palabras que el Ángel dirigió a la muchacha de Nazaret: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lucas 1, 28). «Llena de gracia», en el original griego «kecharitoméne», es el nombre más bello de María, nombre que le dio el mismo Dios para indicar que desde siempre y para siempre es la amada, la elegida, la escogida para acoger el don más precioso, Jesús, «el amor encarnado de Dios» (encíclica «Deus caritas est», 12).

Podemos preguntarnos: ¿por qué entre todas las mujeres, Dios ha escogido precisamente a María de Nazaret? La respuesta se esconde en el misterio insondable de la divina voluntad. Sin embargo, hay un motivo que el Evangelio destaca: su humildad. Lo subraya Dante Alighieri en el último canto del «Paraíso»: «Virgen Madre, hija de tu hijo, humilde y alta más que otra criatura, término fijo del consejo eterno» (Paraíso XXXIII, 1-3). La Virgen misma en el «Magnificat», su cántico de alabanza, dice esto: «Engrandece mi alma al Señor… porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava» (Lucas 1, 46.48). Sí, Dios se sintió prendado por la humildad de María, que encontró gracia a sus ojos (Cf. Lucas 1, 30). Se convirtió, de este modo, en la Madre de Dios, imagen y modelo de la Iglesia, elegida entre los pueblos para recibir la bendición del Señor y difundirla entre toda la familia humana.

Esta «bendición» es el mismo Jesucristo. Él es la fuente de la «gracia», de la que María quedó llena desde el primer instante de su existencia. Acogió con fe a Jesús y con amor lo entregó al mundo. Ésta es también nuestra vocación y nuestra misión, la vocación y la misión de la Iglesia: acoger a Cristo en nuestra vida y entregarlo al mundo «para que el mundo se salve por él» (Juan 3, 17).

Queridos hermanos y hermanas: la fiesta de la Inmaculada ilumina como un faro el período de Adviento, que es un tiempo de vigilante y confiada espera del Salvador. Mientras salimos al encuentro de Dios, que viene, miremos a María que «brilla como signo de esperanza segura y de consuelo para el pueblo de Dios en camino» («Lumen gentium», 68). Con esta conciencia os invito a uniros a mí cuando, en la tarde, renueve en la plaza de España el tradicional homenaje a esta dulce Madre por la gracia y de la gracia. A ella nos dirigimos ahora con la oración que recuerda el anuncio del ángel.
Oración a la Inmaculada Virgen María

Santísima Virgen, yo creo y confieso vuestra Santa e
Inmaculada Concepción pura y sin mancha.
¡Oh Purísima Virgen!,
por vuestra pureza virginal,
vuestra Inmaculada Concepción y
vuestra gloriosa cualidad de Madre de Dios,
alcanzadme de vuestro amado Hijo la humildad,
la caridad, una gran pureza de corazón,
de cuerpo y de espíritu,
una santa perseverancia en el bien,
el don de oración,
una buena vida y una santa muerte.
Amén"
raciones para todos los días de la novena:

Señal de la cruz

Canto

Acto de contrición
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero. Ante vuestra divina presencia reconozco que he pecado muchas veces y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de haberos ofendido. Ayudado de vuestra divina gracia, propongo no volver a caer más, confesarme y cumplir la penitencia que el confesor me imponga. Amén.

Oración preparatoria
Dios te salve, María, llena de gracia y bendita más que todas las mujeres, Virgen singular, Virgen soberana y perfecta, elegida para Madre de Dios y preservada por ello de toda culpa desde el primer instante de tu Concepción; así como por Eva nos vino la muerte, así nos viene la vida por ti, que, por la gracia de Dios, has sido elegida para ser madre del nuevo pueblo que Jesucristo ha formado con su sangre.

A ti, purísima Madre, restauradora del caído linaje de Adán y Eva, venimos confiados y suplicantes en esta Novena, para rogarte nos concedas la gracia de ser verdaderos hijos tuyos y de tu Hijo Jesucristo, libres de toda mancha de pecado. Acordaos, Virgen Santísima, que habéis sido hecha Madre de Dios, no sólo para vuestra dignidad y gloria, sino también para salvación nuestra y provecho de todo el género humano. Acordaos que jamás se ha oído decir que uno solo de cuantos han acudido a vuestra protección e implorado vuestro socorro haya sido desamparado.

No me dejéis pues a mí tampoco, porque si no, me perderé; que yo tampoco quiero dejaros a Vos, antes bien cada día quiero crecer más en vuestra verdadera devoción. Y alcanzadme principalmente estas tres gracias: la primera, no cometer jamás pecado mortal; la segunda, un gran aprecio de la virtud, y la tercera, una buena muerte. Además dadme la gracia particular que os pido en esta Novena, si es para mayor gloria de Dios, vuestra y bien de mi alma.

[Oración particular del día)
Oración final
Rezar tres Padrenuestros, Avemarías y Gloria Patris a la Santísima Trinidad, y luego pide lo que por intercesión de la Inmaculada Concepción deseas conseguir de la Novena.

Bendita sea tu pureza
Y eternamente lo sea,
Pues todo un Dios se recrea
En tan graciosa belleza.
A ti, celestial Princesa,
Virgen sagrada María,
Te ofrezco en este día
Alma, vida y corazón.
¡Mírame con compasión!
¡No me dejes, madre mía!

Cantos

DÍA PRIMERO
Oración particular

¡Oh Santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro! Así como preservaste a María del pecado original en su Inmaculada Concepción y a nosotros nos hiciste el gran beneficio de libramos de él por medio de tu santo bautismo, así Te rogamos humildemente nos concedas la gracia de portarnos siempre como buenos cristianos, regenerados en Ti, Padrenuestro Santísimo.

DÍA SEGUNDO
Oración particular

¡Oh Santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro! Así como preservaste a María de todo pecado mortal en toda su vida y a nosotros nos das gracia para evitarlo y el sacramento de la confesión para remediarlo, así Te rogamos humildemente, por intercesión de tu Madre Inmaculada, nos concedas la gracia de no cometer nunca pecado mortal, y si incurrimos en tan terrible desgracia, la de salir de él cuanto antes, por medio de una buena confesión.

DÍA TERCERO
Oración particular

¡Oh santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro! Así como preservaste a María de todo pecado venial en toda su vida, y a nosotros nos pides que purifiquemos más y más nuestras almas, para ser dignos de Ti, así Te rogamos humildemente, por intercesión de tu Madre Inmaculada, nos concedas la gracia de evitar los pecados veniales y de procurar y obtener cada día más pureza y delicadez de conciencia.


DÍA CUARTO
Oración particular

¡Oh Santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro! Así como libraste a María del pecado y le diste dominio perfecto sobre todas sus pasiones, así Te rogamos humildemente, por intercesión de tu Madre Inmaculada, nos concedas la gracia de ir domando nuestras pasiones y destruyendo nuestras malas inclinaciones, para que Te podamos servir con verdadera libertad de espíritu y sin imperfección ninguna.

DÍA QUINTO
Oración particular

¡Oh Santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro! Así como desde el primer instante de su Concepción diste a María mas gracia que a todos los Santos y Angeles del cielo, así Te rogamos humildemente por intercesión de tu Madre Inmaculada nos inspires un aprecio singular de la divina gracia que Tú nos adquiriste con tu sangre y nos concedas el aumentarla más y más con nuestras buenas obras y con la recepción de tus santos sacramentos, especialmente el de la comunión.

DÍA SEXTO
Oración particular

¡Oh Santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro! Así como desde el primer instante infundiste en María, con toda plenitud, las virtudes sobrenaturales y los dones del Espíritu Santo, así Te suplicamos humildemente, por intercesión de tu Madre Inmaculada, nos concedas a nosotros la abundancia de estos mismos dones y virtudes, para que podamos vencer todas las tentaciones y hagamos muchos actos de virtud dignos de nuestra profesión de cristianos.

DÍA SEPTIMO
Oración particular

¡Oh Santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro! Así como diste a María, entre las demás virtudes, una pureza y castidad eximia, por la cual es llamada Virgen de las Vírgenes, así Te suplicamos, por intercesión de tu Madre Inmaculada, nos concedas la dificilísima virtud de la castidad, que no se puede conservar sin tu gracia, pero que tantos han conservado mediante la devoción de la Virgen y tu protección.

DÍA OCTAVO
Oración particular

¡Oh Santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro! Así como diste a María la gracia de una ardentísima caridad y amor de Dios sobre todas las cosas, así Te rogamos humildemente, por intercesión de tu Madre Inmaculada, nos concedas un amor sincero a Ti, oh Dios y Señor nuestro, nuestro verdadero bien, nuestro bienhechor, nuestro Padre, y que antes queramos perder todas las cosas que ofenderte con un solo pecado.

DÍA NOVENO
Oración particular

¡Oh Santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro! Así como has concedido a María la gracia de ir al cielo y de ser en él colocada en el primer lugar después de Ti, así Te suplicamos humildemente, por intercesión de tu Madre Inmaculada, nos concedas una buena muerte, que recibamos bien los últimos sacramentos, que expiremos sin mancha ninguna de pecado en la conciencia y vayamos al cielo para siempre gozar en tu compañía y la de nuestra Madre, con todos los que se han salvado por ella.


LETANÍA A LA VIRGEN

Señor, tened piedad de nosotros.
Cristo, tened piedad de nosotros.
Señor, tened piedad de nosotros.
Cristo, óyenos. Cristo, óyenos.
Cristo, escuchadnos, Cristo, escuchadnos,
Dios, Padre celestial. Tened piedad de nosotros.
Dios, Hijo, Redentor del mundo. Tened piedad de nosotros.
Dios, Espíritu Santo. Tened piedad de nosotros.
Trinidad Santa, un solo Dios. Tened piedad de nosotros.


A las siguientes contestamos: “Ora pro nobis” o “Ruega por nosotros”

Santa María,
Santa Madre de Dios,
Santa Virgen de las vírgenes,
Madre de Cristo,
Madre de la Divina Gracia,
Madre purísima,
Madre castísima,
Madre inviolada,
Madre y virgen,
Madre inmaculada,
Madre amable,
Madre admirable,
Madre del buen consejo,
Madre del Creador,
Madre del Salvador,
Virgen prudentísima,
Virgen digna de veneración,
Virgen digna de exaltación,
Virgen poderosa,
Virgen clemente,
Virgen fiel,
Espejo de justicia,
Trono de la sabiduría,
Causa de nuestra alegría,
Vaso espiritual,
Vaso digno de honor,
Vaso insigne de devoción,
Rosa mística,
Torre de David,
Torre de marfil,
Casa de oro,
Arca de la alianza,
Puerta del Cielo,
Estrella de la mañana,
Salud de los enfermos,
Refugio de los pecadores,
Consoladora de los afligidos,
Auxilio de los Cristianos,
Reina de los Ángeles,
Reina de los Patriarcas,
Reina de los Profetas,
Reina de los Apóstoles,
Reina de los Mártires,
Reina de los Confesores,
Reina de las Vírgenes,
Reina de todos los Santos,
Reina, concebida sin pecado original,
Reina, asunta a los Cielos,
Reina del santísimo Rosario,
Reina de la Paz,

Cordero de Dios, que quitáis los pecados del mundo. Perdonadnos, Señor.
Cordero de Dios, que quitáis los pecados del mundo. Escuchadnos, Señor.
Cordero de Dios, que quitáis los pecados del mundo. Tened piedad de nosotros.

V. Rogad por nosotros, Santa Madre de Dios.
R. Para que seamos dignos de las promesas de Jesucristo.

ORACIÓN

Os rogamos, Señor Dios, que nos concedáis a vuestros siervos gozar de continua salud de alma y cuerpo; y que por la intercesión de la siempre Virgen Santa María, seamos libres de las tristezas de esta vida y gocemos de las eternas alegrías del cielo. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.

ORACION PARA EL TRABAJO

Virgen de Juquila, intercesora en todo problema difícil,
consígueme un trabajo en el que me realice como humano,
y que a mi familia no le falte lo suficiente en ningún aspecto de la vida.
Que lo conserve a pesar de las circunstancias y personas adversas.
Que en él progrese, mejorando siempre mi calidad y gozando de salud y fuerzas.
Y que día a día trate de ser útil a cuantos me rodean.
Asocio tu intersección a la Sagrada familia, de la cuál eres pariente y prometo
difundir tu devoción como expresión de mi gratitud a tus favores.

Amén.


ORACION DE LOS ESPOSOS Y LA FAMILIA

Señor: Haz de nuestro hogar un sitio de Tu amor
que no haya injuria, porque Tú nos das comprensión.
Que no haya amargura porque Tú nos bendices.
Que no haya egoísmos porque Tú nos alientas a dar.
Que no haya rencor porque Tú nos das el perdón.
Que no haya abandono porque Tú estás con nosotros.
Que sepamos marchar hacia Tí en nuestro diario vivir.
Que cada mañana amanezca un día más de entrega y sacrificio.
Que cada noche nos encuentres con más amor de esposos.
Haz Señor de nuestras vidas que quisiste unir, una página llena de tí.
Haz Señor de nuestros hijos lo que tú anhelas; ayúdanos a educar,
a orientar por tu camino.
Que nos esforcemos en el consuelo mutuo.
Que hagamos del amor un motivo para amarte más.
Que demos lo mejor de nosotros para ser felices en el hogar.
Que cuando amanezca el gran día de ir a tu encuentro,
nos concedas el hallarnos para siempre en tí. Amén.

El V.P. Fr. Jordàn de Santa Catarina, honor y gloria no solamente de esta su observantisima Provincia y de Predicadores de Oaxaca, tenia consigo a nuestra santa imagen, por entonces solamente llamada la Concepcion Purisima, como se ve, asi en la accion como en los trazos de la pequeña escultura. Es de una tercia con màs el grueso de un dedo: viste una tunica y sobre ella cae el manto, que desprendiendose de los hombros airosamente se tercia bajo el brazo diestro: se extiende el pelo sobre el ropaje, junta ante el pecho las manos, e inclina modestamete los ojos.

No se sabe de donde obtuvo el V.P,Fr. Jordàn esta portentosa imagen, es de pensar que lo acompaño durante muchos años, como en su espiritual conquista de Villa Alta. Ciertamente ser prenda de aquel varon por todas partes ilustre, bastaria a recomendarla sobre efige de maria señora nuestra y efige en quien puso al cielo el sonberano atractivo que experimentan cuantos logra la dicha de venerarla, depositando en ella los inumerables beneficios que benigna dispensa por su medio. Late el corazòn dentro del pecho, se derrite la precencia del mas tibio y desde luego avisa la alma , que en aquel pequeño bulto se sacramenta la Reina Soberana.

Deseando la doctisima provincia de predicadores formar sus pequeños hijos con el espiritu de su admirable fundador, destino para maestro de novicios a nuestro V.P.Fr Jordàn. Tuvo en esta ocasiòn el religiosos maestro a su servicio a un muchacho cuyo nombre olvidaron las historias del pueblo de Amialtepec. Empleo el venerable padre todos sus documento en el criado, educandole conforme a su condicion y le pago aquella tiernisima devociòn a Maria Señora Nuestra y lo acredito parte legitimo del Señor Santo Domingo. Crecido el mozo y no pudiendo seguir a su religiosos dueño quien seguiria correrias apostolicas, medito restituirle a Amialtepec. Despidiendose de su maestro, y este para continuar en su criado la devocion de Maria, le endono el soberano traslado. ¿ Y que aquel divino conducto donde el cielo liberal se derrama sobre todos, no descubrio su atractivo a un varon tan excelente? ¿Este pone aquel tesoro enlas manos de un indio desvalido, quien en su negro jacal iba a depositar tanto prodigio?.

La comunidad de Santa Catarina Juquila, se fundó en el año de 1272. Según textos antiguos, los primeros habitantes vinieron de la región de la mixteca, quienes se establecieron a las orillas de un caudaloso río que les proporcionaba las condiciones apropiadas para un buen desarrollo empezando a poblar lo que en la actualidad es Juquila. En 1725 por su importancia religioso – turística se le dio la categoría de cabecera municipal y distrito político. De acuerdo con anécdotas de los abuelos y de diversas historias Juquila fue una jurisdicción de vasallaje de Tututepec, en 1526. Con la llegada de Fray Jordán de Santa Catalina, aún pueblo de nombre Amialtepec, quien durante su estancia ocupó los servicios de un humilde campesino, a quien educó religiosamente. Cuando llegó el momento de que Fray Jordán regresara a su lugar de origen y tenía que pagarle al humilde campesino le regaló en recompensa una imagen de la Purísima Concepción (la cual fue tallada en España), advirtiéndole que tenía que venerarla como le había enseñado, la imagen fue colocada en el jacal del humilde campesino, cuentan que un día el jacal se incendió y se redujo a cenizas, presentando la imagen solo ligeras quemaduras posteriormente acontecieron diversos milagros de los cuales se enteraron los pueblos circunvecinos y así fue como habitantes de Juquila se organizaron para trasladar la imagen a su comunidad. Así es como se inicia el nacimiento de un pueblo religioso, hasta llegar a la construcción del santuario donde actualmente se continúa venerando esta imagen, realizando sus festividades y actos religiosos el 8 de diciembre.
La virgen de Juquila en la Historia
Por haber comenzado a darse culto en este tiempo a la virgen de Juquila, se hace necesario tejer su historia de bastante interés para el pueblo Oaxaqueño. Con el nombre de Juquila se conoce la pequeña imagen de la madre de Dios, generalmente venerada y visitada desde entonces año por año, por miles de devotos. Tiene una tercia de vara (30 centímetros) y el grueso de 2 dedos (85 centímetros), viste una túnica sobre la que cae el manto que se desprende de los hombros y se tercia airosamente bajo el brazo izquierdo. El cabello se extiende sobre el ropaje, las manos están unidas ante el pecho, y los ojos modestamente inclinados. Perteneció primeramente a Fray Jordán de Santa Catalina, pasando luego por donación de este religioso al poder de un indio natural de Amialtepec, piadoso y gran devoto de María. Los vecinos de Amialtepec, donde la llevó su nuevo dueño cobraron a la imagen singular afecto visitándola con frecuencia e invocándola en sus necesidades Sin duda aquellas peticiones fueron bien acogidas por la reina de los cielos, pues se contaban maravillas obradas por su intercesión, y tanto, que pronto la fama voló por los pueblos circunvecinos y aún llegó a lugares distintos de donde partían devotos peregrinos para visitar el jacal de Amialtepec que guardaba la santa imagen. La noticia de tales acontecimientos llegó al cura del lugar, don Jacinto Escudero, persona instruida y sensata, quien para evitar abusos fáciles de cometer con pretextos de devoción en una casa privada lejos de la vigilancia de los sacerdotes, venciendo la resistencia del propietario de la sagrada imagen la trasladó al templo. Ahí la devoción creció y los peregrinos aumentaron considerablemente. Corría el año de 1633 cuando llegó el invierno, los indios pusieron fuego a la hierba seca del monte, como es costumbre entre ellos, para lograr en la primavera pasto verde para losganados, esta vez, el fuego cundió rápidamente y ayudado del viento, muy en breve hizo presa de los jacales de Amialtepec, los habitantes huyeron y desde un crestón cercano de su montaña vieron sus casas devoradas por las llamas, y el templo mismo en donde estaba la imagen de la virgen, por el voraz incendio, templos y casas desaparecieron, pasado el peligro, y repuestos los indios del susto, al volver sobre el ennegrecido suelo para recoger lo que de sus cosas hubiese perdonado el fuego, vieron con sorpresa que era en efecto un montón de cenizas, pero que sobre esta quedaba entera, con sus vestidos intactos y aunque ligeramente ahumada, la imagen de María. De ese acontecimiento quedó memoria en un cuadro que el doctor Manuel Ruiz de Cervantes asegura haber visto en que estaba pintado el incendio con esta descripción: Milagrosa imagen de nuestra señora de Amialtepec, en donde quemándose toda la iglesia y el altar en que estaba colocada, pasado el incendio se haya sobre las cenizas del templo, sin quemarse ni aún el vestido. El padre, maestro, Nicolás Arrazola, persona docta que escribió sobre el caso dice que el hecho está autentico y en comprobación de él cita los párrocos de aquel lugar, Escudero, ya mencionaba y Casaus que fue después penitenciario de Oaxaca: a los señores Patricio Carmona José, Santos Ofendi y Antonio Ayuro, recomendaba por su buen juicio y acertado criterio, y en fin, el acuerdo y uniformidad de cuantos presenciaron el acontecimiento que unánimes lo expusieron como se ha referido, bajo la fe del juramento, en el expediente que se instruyó al efecto como constan los documentos antiguos que el mismo Arrazolo leyó y tuvo en su poder. Aquel suceso causó viva, sensación en Oaxaca, cooperando en buena parte a conmover los ánimos el párroco Escudero con sus consultas dirigidas a las personas más caracterizadas y doctas de la ciudad. Muchos de los vecinos de esta ciudad, de los pueblos inmediatos y aún de las más lejanas montañas de Oaxaca, desde luego se pusieron en marcha hacia el pueblo de Amialtepec, resueltos a ver por sí mismos las señales del prodigio que se contaba. No debe de haberse arrepentido de su viaje, pues desde entonces comenzó para continuar hasta nuestros días la anual peregrinación de los oaxaqueños que desde fines de noviembre salen de todas partes a millares, dirigiendo sus pasos al pueblo de Juquila, llevando en su corazón la segura confianza de que sus males desaparecerán en la presencia de la sagrada imagen .